Por José Carlos Purizaca. En los últimos tiempos en el Perú solo se pretende proteger al consumidor que sea diligente, lo que ciertamente es un tema muy subjetivo, ya que lo que alguien pueda entender como “consumidor diligente” depende de la óptica que se pueda tener al respecto, en algunos casos pueden ser obvios, pero muchos no, lo que trae inseguridad jurídica en los consumidores, por ejemplo una persona que esté interesada en tomar un servicio bancario, aunque revise el contrato detenidamente, es muy difícil que pueda entenderlo en su totalidad, y bien puede darse el caso que su elección no sea adecuadamente informada, no por su desinterés, sino por su falta de expertice en esta materia. Sin embargo, aunque sin quererlo compre gato por conejo, alguién le puede decir que no es diligente o razonable, pues lo decía de alguna forma el contrato que firmó.
Pero, recordemos que el mercado presenta una realidad evidente, una asimetría de poder y de información entre proveedor y consumidor, donde el consumidor podría no leer el contrato, y si lo lee no lo entiende, y si lo entiende no puede hacer nada pues son contratos por adhesión donde una de las partes fija las reglas, al consumidor solo le queda aceptar o no aceptar.
En realidad el hombre diligente o razonable, de donde desciende el consumidor razonable, es una figura del derecho ingles, que mencionan los autores Cooter Robert y Ulen Thomas, lo que me parece no es lo mas preciso para países como el nuestro donde existe un alto grado de analfabetismo, tenemos una economía de mercado imperfecta y atípica, donde el acceso a la información es escaso, los comportamientos de los agentes en muchos casos son ineficientes y los proveedores se encuentran inertes ante la suma flexibilidad que se les presenta por los agentes del mercado.
Por ello considero que acorde con lo que sucede en el mundo sería más justo que se proteja al consumidor promedio, al consumidor de a pie y no desproteger al grueso sector de consumidores en todo el Perú, ello a la vez provocará una mayor eficiencia en los proveedores peruanos y ampliarán sus estándares para una eficiente competitividad mundial.
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Consumo diligente en el Perú
Visión de eternidad
Por José Carlos Purizaca. La fe mueve montañas, y nos permite la consecución de logros, claro que unida a esfuerzo, trabajo, herramientas, capacidad y mucha dosis de voluntad y buen ánimo.
Muchas veces vemos en el mercado, ocasiones en que se incumplen obligaciones y se omiten derechos, y lo lamentable es que mucha gente ya lo ve como “normal” o “parte de”. Hace ocho años aproximadamente que me dedico en las aulas y en los tribunales peruanos al Derecho del Consumidor y la Responsabilidad Social, y he seguido muchos casos, como cuando anunciaban aceites “sin colesterol” pero que tenían ingredientes que precisamente generaban colesterol en quien los consumiera, o cuando se castigaba a un cliente financiero por atreverse a pagar su deuda antes del vencimiento, cuando ello es un derecho del cliente, o cuando pintaba de amarillo al puré para inducir al público de que era hecho de papa amarilla (de mas valor en el Perú).
La protección al consumidor muchas veces trasciende la mera preocupación técnica, y nos plantea un asunto de ciudadanía. Recuerdo que cuando comencé a conocer derecho del consumidor, en la década de los 90, todo lo relacionaba a lo que estaba a mi alrededor, hasta llegamos con mis amistades de clase de derecho, a organizamos para filmar los engaños que sufrían los consumidores sobre unos productos que se vendían en el centro de Lima, y hacíamos unos “videos hechos en aula” al respecto.
De ello han transcurrido más de 15 años, y en realidad la Ley de Protección al Consumidor peruana acaba de cumplir 18 años, incluso me gusta decir que ahora ha “cumplido la mayoría de edad” en temas de consumidor. Aunque la mayoría de edad no necesariamente implica madurez, es mas bien un momento para reflexionar sobre lo avanzado, sobre los actores que participan, para ver en que estamos bien, en que nos falta avanzar y que debemos enmendar para llegar con mejor paso a la madurez de consumo deseada. Reconocer errores, reforzar ventajas y proponer mayor amplitud de calidad de vida y reconocimiento los derechos.
Y es que los consumidores somos un stakeholder importante, que queremos creer, que queremos confiar y dar confianza, mas el mal comportamiento genera desconfianza y se requiere de un cambio de motor en el vehiculo del emprendimiento, una filosofía que se integre la buena labor en toda la organización, desde la persona que recién ingresa al trabajo hasta aquella que mas tiempo tiene, que no se vea la RS como acciones de mera imagen, sino como acciones que enrumben hacía la calidad y competitividad empresarial, algunas de estas ideas venimos trabajando ahora precisamente en la guía ISO 26000, pues la idea es que nuestro trabajo diario permita paso a paso generar confianza en nuestro entorno, hacía un desarrollo sostenible. Quizás me atrevería a destacar que mucho consiste en hacer nuestro trabajo bien: con visión de eternidad.
Saludos y buena semana.
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